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Volver al campo: la experiencia de productores agroecológicos en Entre Ríos

El Colectivo Agroecológico Yuyo Colorado (Cayuco) reúne emprendimientos que plantean rehabitar el campo con producción de alimentos en armonía con la naturaleza. Un replanteo al modelo de agronegocio y a la forma de ocupar el territorio en un país con el 92% de población urbanizada y en una provincia que perdió 36% de sus unidades productivas a manos de los pools de siembra.

Por Luisina Gareis*

El 92 por ciento de la población de Argentina vive en zonas urbanas, por encima de la media mundial (54 por ciento), europea (75 por ciento) y de América Latina (83 por ciento), de acuerdo con las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Esta caracterización es producto de la concentración de la tierra en pocas manos y la consecuente expulsión de las poblaciones rurales, proceso que en Entre Ríos avanzó vertiginosamente. A contracorriente, en los últimos años, han emergido experiencias productivas de quienes decidieron volver al campo implementando sistemas de producción no convencionales, de acuerdo a la lógica global de producción con agrotóxicos. Volver al campo con la agroecología. 

En los últimos 16 años, según los datos de los Censos Nacionales Agrarios (CNA), Entre Ríos perdió 36 por ciento de las unidades productivas (EAPs), porcentaje que está muy por encima de la media nacional (23 por ciento), según detallan Isabel Truffer y Daniela Gamboa  en uno de los capítulos de «La Argentina Agropecuaria vista desde las provincias: un análisis de los resultados preliminares del CNA 2018»La expansión de la frontera agrícola destinada a la exportación, principalmente de soja, se produjo sobre tierras del delta y pre-delta, antiguas parcelas destinadas a la ganadería y la producción a pequeña escala. Esta tendencia queda en evidencia con el 140 por ciento de aumento que tuvieron las EAPs de más de 20.000 hectáreas

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Trilla de trigo – Foto: Minhoca

En paralelo, las pequeñas explotaciones agropecuarias (desde menos de cinco hectáreas hasta el estrato de 100 a 200) experimentaron el mayor descenso, siendo las unidades productivas entre diez y 200 hectáreas las eliminadas con mayor frecuencia con porcentajes que oscilan entre 33 y 45 por ciento de disminución. El agronegocio sojero avanza a partir de un sistema de contratos conocido como “pool de siembra” —arrendamiento de grandes extensiones de tierra y contratación de maquinarias de siembra, fumigación, cosecha y transporte entre varios participantes—, lo que explica que el arrendamiento haya sido la única categoría dentro de los regímenes de tenencia que aumentó en el mismo período (53,7 por ciento). 

En este proceso, la superficie agrícola se incrementó un nueve por ciento entre los periodos censales de 2002 a 2018, mientras que la superficie dedicada a ganadería y forestal descendió un 26 por ciento. En ese marco, las investigadoras Truffer y Gamboa marcan que la población rural entrerriana decreció un 8,2 por ciento en el período 1991-2010. Sin embargo, según un trabajo publicado por el doctor en estudios rurales Marcelo Sili, existe una desaceleración en la tendencia nacional del despoblamiento rural ya que, aunque ha sido un fenómeno constante desde 1947, entre 1991 y 2001 disminuyó un 25 por ciento, y entre 2001 y 2010 fue del 12 por ciento. 

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Foto: Colectivo Agroecológico Yuyo Colorado

¿Cómo rehabitan la ruralidad los productores agroecológicos en Entre Ríos?

Estos datos llevan a la pregunta ¿quiénes permanecen en la ruralidad, quiénes la rehabitan y cuáles son sus motivos? Esta consulta fue el eje de un conversatorio, en el marco del décimo Mes de la Agroecología, realizado por el Colectivo Agroecológico Yuyo Colorado (Cayuco). El objetivo fue comprender las experiencias de productores agroecológicos en Entre Ríos, familias que se han trasladado desde zonas urbanas para volver a producir y vivir en el campo.

Si bien algunos estudios académicos muestran que el volver al campo está asociado a factores ambientales, familiares, habitacionales o laborales, en los relatos de los productores, la agroecología ha sido uno de los motores principales del arraigo rural entrerriano. Estas formas alternativas de producción fueron incorporadas en el último CNA arrojando que en Entre Ríos existen 84 EAPs que practican producción orgánica, 26 de agricultura biodinámica y 143 de agroecología (3,31 por ciento, 6,37 y 6,19 del total nacional, respectivamente). 

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Gallinero móvil en Minhoca – Foto: Minhoca

La tesis doctoral de Daiana Pérez “Vivir y producir”. Las transiciones hacia la agroecología en Entre Ríos desde las experiencias de agricultores familiares (1990-2020)— explica que, desde su creación, el término agroecología se ha expandido rápidamente volviéndose “polisémico y sujeto a disputas al participar del juego de las desiguales relaciones de poder subyacentes a la problemática agroalimentaria”. En la actualidad, el término se utiliza para designar tanto a la disciplina científica como para caracterizar un movimiento social y describir la práctica socioproductiva. A su vez, Pérez sostiene que la agroecología se constituye de cinco dimensiones: socioproductiva, ética, epistemológica, sociopolítica, y socioeconómica. 

Como práctica política, en el 2018, se constituyó el colectivo Cayuco, que reúne periódicamente a un grupo de productores y productoras de ocho establecimientos agroecológicos ubicados en distintos puntos de la provincia. Nicolás Indelángelo, ingeniero agrónomo promotor de la organización, lo define como un espacio de intercambio de información y semillas, donde prima la amistad, que muestra a través de “verdaderos mojones” cómo es posible producir alimentos sanos, sin venenos y en armonía con la naturaleza.

En el relato de las experiencias, productores y productoras dan cuenta de que los motivos por los cuales han decidido asentarse en una zona rural y optar por la agroecología como modo de producción son económicos y ecológicos. Las dificultades que conlleva la producción primaria se verifican al conocer el proceso de consolidación de estas experiencias. Sus productores relatan situaciones de angustia bajo el modelo convencional con agroquímicos al ver que los gastos se incrementaban, mientras los resultados esperados no aparecían. Las plagas, cada vez más resistentes, requerían la compra permanente de insumos y con su aplicación eliminaban otros seres vivos benéficos para el ambiente y la producción. 

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Huerta en La Porota, en La Picada, departamento Paraná – Foto: La Porota

Nadia Chémez junto a su compañero Damián Posadas llevan adelante la Chacra Posvill, una plantación de cítricos en Libertador San Martín, a 57 kilómetros al sur de la capital provincial. “En un momento crítico de la producción de cítricos, mágicamente apareció la agroecología en nuestra vida”, reivindica. Germán Rearte, productor de harinas y granos en la localidad de Tabossi, 70 kilómetros al este de Paraná, es uno de los fundadores del emprendimiento Minhoca. Al relatar el derrotero de esa unidad productiva subraya que la incorporación de la “agroecología como una herramienta, como posibilidad de producción”, cuando los cálculos de ingresos y egresos con la producción tradicional de granos reflejaban un saldo negativo. Para la transición hacia la producción agroecológica fue vital el acompañamiento de experiencias compartidas en grupo y el asesoramiento técnico, rol que en Cayuco cumple Indelángelo.

Germán Rearte señala que la migración desde la ciudad, la vuelta al campo, estimula la emergencia de vincularse con la naturaleza. El encuentro con los seres vivos, con el sol, la tierra, el agua, para aprender de sus tiempos y develar sus misterios, fue decisivo para Rearte en el camino del arraigo rural. El fundador de Minhoca siente que la naturaleza “invita a ser parte de ella, a jugar con ella, a entablar una relación novedosa para quienes habitan los espacios urbanos”.

La vida en el campo entraña un proceso de trasmutación de los valores con los cuales nos guiamos cotidianamente. “Cuando me hacen algunas consultas respecto de las ganancias, de cómo es la comparativa con la producción convencional, yo digo: ‘Corrámonos de ahí’ porque a la felicidad no le vas a poder poner un valor y yo soy feliz en donde estoy’”, dice el productor. La (re) valorización del modo de vida rural constituye también un escudo frente al imaginario social producido históricamente que atribuye superioridad a la vida urbana

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Encuentro en La Esmeralda, departamento Nogoyá – Foto: La Esmeralda

Después de vivir en diferentes ciudades, José Martín Martínez y su compañera Rita Mohs se instalaron en La Picada, a 30 kilómetros al sur de la capital provincial, en la ribera del río Paraná, donde emplazaron La Porota.  La decisión estuvo marcada por la estrecha relación que en su infancia entabló Martínez con el Litoral y hoy son parte de aquel ambiente costero que cuidan con fervor. La Porota es una Reserva de Usos Múltiples, declarada como Área Natural Protegida en el 2023, de 86 hectáreas en las que hay producción caprina y agroecológica. 

El colectivo agroecológico también está integrado por Juan Queroni con su emprendimiento La Creciente, un campo de producción de plantas aromáticas y medicinales y turismo rural en la localidad de Diamante; y Leonardo Köstner, apicultor, productor ganadero y escritor de la localidad de María Grande. Completan el grupo agroecológico Mercedes Candiani (Don Cristóbal), Ariel Bertolotti (Las Tunas) y Susana Ratcliff (Colonia La Esperanza). 

Socialmente se enfatizan los problemas que atañen a la vida rural, lo que conlleva soterradamente una estigmatización a los productores de alimentos, a la vida campesina. Köstner enumera los obstáculos que escuchaba frente a la decisión familiar de volver al campo: “‘El campo no da’, me decían. ‘Están locos, se van a ir al medio del campo con seis gurises. ¿Si les pasa algo?’. Siempre era un tema la fricción familiar, territorial, simbólica, de mandatos, de lealtades”. Chemez comparte su historia y reafirma: “Estábamos locos, pero locos lindos”. 

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Foto: Chacra Chacra agroecológica Posvill

La agroecología, un modelo en comunidad y armonía con la naturaleza

En su libro América Profunda, Rodolfo Kusch engloba en la metáfora del “hedor americano” el sentido impuesto a lo natural desde la urbanidad: “Un signo que no logramos entender, pero que expresa un sentimiento especial, un estado emocional de aversión irremediable (…) que crea marcadamente la diferencia entre una supuesta pulcritud de nuestra parte (la ciudad, lo occidental) y un hedor tácito de todo lo americano”. 

La agroecología emerge como una respuesta a la “revolución verde” —nombre que se le dio al proceso de industrialización y mecanización de las actividades agrícolas con énfasis en el crédito y la renta de la tierra, aplicados a partir de la década de 1960—. Santiago Sarandón, presidente de la Sociedad Argentina de Agroecología, explica que aquellas innovaciones se basaron en la idea que los ecosistemas son externos al ser humano y que el hambre en el mundo se resolvería al incrementar la productividad de los cultivos, para lo cual había que implementar paquetes tecnológicos en los sistemas agronómicos. 

Daiana Pérez afirma que las prácticas agroecológicas son una manera de resistir a las estrategias y recetas de la agricultura hegemónica. Para Rearte el modelo surgido tras la «revolución verde» es «una producción controlada y rígida que impone ritmos artificiales a la cotidianidad experimentada en la ruralidad». En cambio, para él, la agroecología es una forma de producción espontánea, de prueba y error, de jugar y ensayar, que se acompasa con los ciclos y tiempos de la naturaleza. Para el fundador de La Porota «se debe cuidar a la naturaleza a la vez que se producen alimentos porque en todos lados necesitamos producir y necesitamos comer. Y en todos lados tenemos, simultáneamente, que proteger ese ambiente que nos está dando esa posibilidad de alimentarnos”. 

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Trilla de trigo – Foto: Minhoca. Tabossi

Esta cosmovisión enlaza el factor ecológico y técnico-agronómico conformando lo que Daiana Pérez denomina la dimensión socioproductiva de la agroecología. Sarandón y Claudia Flores, en el libro Agroecología: bases teóricas para el diseño y manejo de agroecosistemas sustentables, definen el paradigma agroecológico como aquel que busca conservar y rehabilitar los recursos naturales, incluyendo respetar los mecanismos que permiten su renovación natural a la hora de planificar la producción de alimentos. 

Las grandes distancias que separan las casas en el campo vuelven indispensables las redes comunitarias como soportes. “Tejer una red humana”, dice Köstner, fue el motor de crecimiento de su emprendimiento productivo, ya que “a partir de ahí se empezó a diversificar el campo, con apicultura, cría de cerdos, ovejas y otros proyectos que están ahí, pero siempre con otros”, enfatiza. El colectivo Cayuco, además de materializar la dimensión sociopolítica de la agroecología, satisface la necesidad de acompañamiento y fortalecimiento de esas redes.

“La revolución que lleva a una soberanía alimentaria incluye empezar a elegir dónde pongo mi economía, dónde gasto. A veces es dejar de comprar el último celular y comer sano. Eso es un quiebre cultural que la agroecología está dispuesta a dar”, sostiene Rearte, que enmarca a la agroecología como parte de una batalla cultural. Para el productor de La Porota la agroecología también es una herramienta que permite brindar a los sectores excluidos del campo y marginados de la ciudad “la posibilidad de poder producir sus alimentos en un cachito de tierra» y aprender a cuidar los recursos naturales.

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Damián Posadas, de chacra Posvill

En la transición hacia la agroecología, Leonardo Köstner también descubrió una vocación educativa tanto con sus propios hijos como con otras niñeces que transitan por su chacra. Vocación que es propia del movimiento agroecológico, que ha establecido vínculos con instituciones universitarias y permite revisar los modelos de producción y de relación con lo rural. Köstner cuenta una anécdota con un grupo de estudiantes de la cátedra de Geografía Rural de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), que visitaron su campo y luego fueron a Minhoca, la chacra de Germán Rearte. «La última pregunta de una de las estudiantes fue: ‘¿Cómo es el rinde tuyo? De todo lo que producís, ¿qué es lo que te rinde más?’. ‘Esto le respondí: que la universidad venga al campo es lo que más me rinde’. Hubo un silencio. Y cerré: ‘Si esto fuera un campo de soja, ¿hubieran venido?'».

La cultura como dimensión agroecológica

Las productoras y productores reunidos en Cayuco comprenden que la agroecología posee una dimensión cultural que se relaciona con la poesía, la música y el contacto de la naturaleza. Sostienen que es necesario para generar sanaciones colectivas y comunitarias.

«La agroecología es un reseteo de los vínculos, de lo natural, de la espiritualidad, de la tierra. Por otro lado, un negocio, el agronegocio o cualquier negocio como fin en sí mismo, termina alienando, contaminando. No solo la contaminación con químicos sino la contaminación espiritual, mental, la saturación de sabores, de sonidos audición, de todo. No es simplemente una práctica con biopreparados o un sistema de manejo regenerativo del suelo para que me rinda el maíz sin echar veneno. Yo me estoy regenerando», define Köstner.

Con el avance de la ultra-derecha en el Estado, el escenario político se ha vuelto profundamente desfavorable para la agroecología, se han erradicado programas que la promovían como la Dirección Nacional de Agroecología y el Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena. Quienes se encolumnan dentro de movimiento agroecológico en Entre Ríos sienten el impulso de resistir al avance de los modelos extractivistas a la vez que cuidan el ambiente y producen alimentos sin venenos. Indelángelo define a las experiencias relatadas como “el mojón en el que nos apoyamos para decir que otros mundos son posibles”.

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Panel encuentro «La vuelta al campo» en La Porota. Foto: Cayuco – Colectivo Agroecológico Yuyo Colorado

(*) Este artículo de Luisina Gareis fue publicado originalmente en el portal de Agencia Tierra Viva. La autora agradece especialmente al colectivo Cayuco y Nicolás indelángelo.